EBENEZER



En todo barrio hay una casa encantada, una casa que temes por su leyenda sobre muertos o vivos tremebundos. Como la casa de Ebenezer.
Judío sefardita, siempre contaba que era de origen búlgaro y que había nacido en la misma zona montañosa, de la antigua Tracia, donde también nació y creció el poeta Orfeo. Nunca se acordaba del nombre de su pueblo natal, o nunca quiso decirlo o simplemente le dolía inmensamente pronunciar aquel nombre,ya niebla en su memoria. Tras el ascenso de Hitler al poder, su familia, emigró a Cuba y se estableció en Santiago. Allí prosperó con su negocio de mercerías y allí Ebenezer conoció y se casó con una mulata del Caney que le dió cinco hijos,cinco, exactamente el valor númerico, de la letra E, la primera letra de su nombre en hebreo, la letra del aliento vital, el aliento que todo lo anima: el aire, la vida, el ser…. Su mujer dejó de ser católica-apostólica y se convirtió al judaísmo. En su casona del barrio Sueño nunca faltaron el candelabro de siete brazos,la celebración de los Yamim Noraim, el Yom Kipur,las lecturas de la Torá con su talit al atardecer, el sonido del shofar, siempre fabricado con el cuerno de un animal puro o kosher.

Pero en 1963, ya decretada la revolución socialista en la isla, la mulata judaica y sus hijos-ya adolescentes-decidieron marcharse del país, primero rumbo a Nueva York. Luego rumbo a un kibutz en Israel. Ebenezer, sin embargo, decidió quedarse en su barrio Sueño, en Santiago de Cuba. Tenía más de sesenta años, la espalda encorvada, los ojos nublados de cataratas,el corazón maltrecho. Cansado de haber trabajado, viajado y huído tanto en la vida,no quería emigrar de nuevo ,no quería cambiar de patria de nuevo..Decidió quedarse a disfrutar de su vejez, sentado siempre en su mecedora al atardecer, leyendo narraciones del Talmud o La sabiduría de los Idiotas… La mulata judaica-casi veinte años más joven que su marido-no tuvo piedad y rompió rumbo a la Yuma.
 Solitario quedó el anciano Ebenezer en su casa húmeda y misteriosa.A las seis de la tarde siempre crujía su mecedora que asustaba a los gatos y a los gorriones.
 El gobierno comunista finalmente expropio sus mercerías,lo jubiló a la fuerza.Ya no podía hacer otra cosa que tomar el fresco en el portal, pasear por los parques con su sombrero de fieltro, su guayabera mexicana y su bastón con empuñadura de plata. O encerrarse en su habitación para seguir leyendo el Talmud en la oscuridad, a la luz de una vela.

*

Durante mucho tiempo, el anciano Ebenezer no dió señales de vida. Nadie lo vió en las colas de la bodega o de la carnicería. No iba a la Plaza de Marte a platicar con otros viejos.No iba a la Isabelica a tomarse su café matinal de los domingos. La policía lo declaró “sospechoso”, pero nadie osaba entrar o registrar en aquella casa ebria de penumbras en busca de fantasmas-enemigos-de-la-revolución.

La gente del barrio Sueño murmuraba que Ebenezer, durante ese lapso de tiempo,desaparecía por arte de la cábala y se reunía con su familia en un kibutz de Israel.Seis meses duraba esa ausencia. Por seis meses su cuerpo o su alma volaban cruzando el Atlántico y así reunirse con su mulata y sus hijos en Jerusalem.
Los otros seis meses podías verlo sentado en un banco de la Plaza de Marte platicando con los viejos, o en su mecedora del portal,leyendo o casi dormido.

(2003)

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