KATHERINE Y VIRGINIA



Katherine y Virginia se conocieron en Londres y disfrutaron juntas comidas, cenas y veladas literarias. En común tenían ambas ser maníacas depresivas y maníacas de escribir prosa, diarios, cartas hasta el puro delirio esquizotípico. En ambas la pérdida de su hermano más querido desató una fuerza inspiradora y evocadora tal que las catapultó a lo más alto de la literatura. En ambas afloró una imaginación exaltada, una hipersensibidad hacia lo exterior, y una increíble capacidad de convertir esos destellos y sombras de lo exterior en un flujo narrativo cercano a la epifanía. Pero Virginia era, al decir de Barthes, una "operadora del lenguaje", una novelista que evolucionó de lo clásico hasta una vanguardia literaria comandada por ella misma, Eliot, Joyce... Katherine, por el contrario, siempre fue una escritora naif, una salvaje neozolandesa que sólo aspiraba a escribir relatos con la perfección de Chéjov y la naturalidad de Colette. La implicación con el feminismo de Virginia llegó a ser militante y obsesivo. El feminismo de Katherine, sin embargo, fue más bien impulsivo y catártico. Así como su lesbianismo o bisexualidad rara vez parecía superar los límites de una terrible "pulsión" como si ella misma hubiese sido una especie de Júpiter que nunca termina de parir o expulsar a Minerva de su frente. 
Katherine era siete años menor que Virginia, pero en cuanto a talento y madurez literaria, la primera estaba siempre por delante de la segunda. De hecho, si Virginia hubiese muerto a la edad de Katherine(34), sólo hubiese sido recordada por The Voyage Out, una muy buena novela pero que jamás podría compararse a grandes relatos de Katherine como Bliss y The Garden Party, por citar algunos.
Fue Virginia quien publicó en Hogarth Press el segundo libro de Katherine, Prelude , en 1918. El libro tuvo tan buena crítica que desató en la propia Virginia un terrible ataque de celos y rivalidad. Dos años antes Virginia había publicado precisamente su primera novela(The Voyage Out) que también fue bien acogida por la crítica, pero no con el mismo eco de Prelude..A partir de entonces, Virginia empieza a burlarse de las extravagancias mentales, corporales de aquella "salvaje" de Harori que todos los días se creía enferma a punto de morir, ya sea de un ataque al corazón o de tuberculosis. Incluso llegó a reirse en privado y públicamente de su desaliño indumentario. Al morir Katherine de tuberculosis pulmonar en 1923, Virginia escribió en su Diario:
Martes, 16 de enero: Katherine ha muerto hace una semana y cuán lejos estoy de obedecer a su "no te olvides demasiado de Katherine" que leí en una de sus viejas cartas. ¿La estaré ya olvidando? Resulta extraño seguir las huellas de la evolución de tales sentimientos. ¿Qué debería sentir una ahora? ¿Alivio? ¿Una rival menos?
(...)Cuando yo empecé a escribir, no le hallaba ningún sentido al hecho de escribir. Katherine no leerá esto. Katherine ya no es mi rival."

En esa mismo entrada, Virginia confiesa que había entre ambas cosas comunes que jamás encontraría en otra persona. Y tanto fue así que al leer el Diario inédito de Katherine, publicado y prologado por ella misma en 1927, allí encontró Virginia estos fragmentos que seguramente la inspiraron para algunas de sus obras fundamentales:

Y sin embargo todavía tengo esas "visiones" ante las que palidece todo lo que escribo-¿qué es lo que he escrito?-todo, sí, todo lo que he leído...Al volver a casa esta tarde, las olas y la espuma en las crestas, cómo quedaban suspendidas en el aire antes de caer. ¿Qué es lo que ocurre en ese momentode suspensión atemporal? Es un momento que contiene la totalidad de la vida del alma. Una se siente lanzada más allá de la vida, se siente "sujeta", y a continuación, lanzada contra las rocas; brillante, rota, resplandeciente, devuelta, parte de la marea oscilante.
No quiero ser sentimental. Pero mientras se está suspendida en el aire, sujeta, mientras contemplaba la espuma, tuve conciencia para toda la vida del cielo blanco con su entramado gris desgajado sobre él, del mar fugitivo, deslizante, escurridizo, de los bosques oscuros como una mancha contra el cabo, de las flores en el árbol que ví al pasar, y más, de una inmensa caverna en la que mis identidades-que eran como antiguas recogedoras de algas-murmuraban indiferentes e íntimas...y esta otra identidad independiente en el coche, agarrando el pomo frío de su paraguas, pensando en un barco, en las cuerdas tiesas de pintura blanca, en los impermeables de los marineros, mojados, aleteando contra el viento...¿Será posible llegar a estar en paz consigo misma? ¿Siempre tranquila y sin interrupciones-sin dolor-bajo el mismo techo que la persona a la que se ama? ¿Es demasiado pedir?


No somos hombres ni mujeres, somos un compuesto de ambos. Escojo al hombre capaz de desarrollar y ampliar lo masculino que hay en mí; él me escoge para ampliar lo femenino que hay en él. Para "completarnos". Sí, se trata de un proceso. Por el amor os serviréis el uno del otro. y si escojo a un hombre determinado para este fin en vez de a varios, es por seguridad. Nos unimos en un círculo que es, por así decirlo, un muro contra el mundo exterior. Es nuestro refugio, nuestro asilo.Aquí no se recurre a los engaños de la vida. Aquí se da la que nos permite crecer.

Es evidente que ambos fragmentos(así como otros del Diario) remiten a las mejores piezas narrativas de la propia Virginia Woolf: Orlando, Las olas, Al Faro...
El primer fragmento nos da una idea de la tremenda dicotomía que operaba en la mente de Katherine, una mujer enfermiza que siempre sospechó que sus problemas de salud tenían su origen en la turbiedad de su mente, una mente panteísta y pansexual como la de su amigo D.H. Lawrence. Una mente que sólo lograba cristalizar sus orgasmos telúricos a través de la escritura, aunque no a través del escándalo sino delmisterio.
¿Estoy sugiriendo con esto que las mejores ideas novelísticas de Virginia fueron copiadas o imitadas del Diario de Mansfield?
No, digamos sólo que hasta la aparición, eclosión y muerte de Katherine Mansfield, Virginia Woolf era sólo una novelista y ensayista con gran talento y gran proyección de futuro. El Diario, los relatos de Katherine, y la lectura de Proust hicieron el resto. Después de todo, la imitación en el arte y la literatura siempre ha sido algo legítimo desde los griegos. André Gide, en un ensayo sobre la influencia en la literatura escribió:

Se cuenta que Pushkin un día le dijo a Gogol: "Mi joven amigo, el otro día me ha venido a la cabeza un tema, una idea que yo creo admirable, pero con la cual sé muy bien que yo nunca podré hacer nada. Debería usted tomarla. Conociéndole bien, me parece que usted haría alguna cosa con ella"-¡Alguna cosa! Efectivamente, a partir de esa idea, de ese pequeño germen que brotó de la mente de Pushkin, Gogol escribió nada menos que Almas Muertas a la cual él debe su gloria.

Gran parte de la gloria de Virginia se la debe a Katherine, esa salvaje neozolandesa de Wellington que nunca llegó adaptarse a la estéril y racionalista Europa, que sólo tenía como ambición escribir relatos transparentes como el cristal y adoptar a un niño recién nacido ruso y llamarlo Antón en homenaje a su único dios literario: Chéjov.


"Diarios" de Katherine Mansfield(1888-1923), Editorial Lumen, 2008.
18.90 euros

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