UN GESTO ANTIGUO de Edna St. Vincent Millay
Mientras me secaba los ojos con el borde
De mi delantal, pensé:
Penelope también hizo esto,
más de una vez: una no puede
seguir tejiendo todo el día
Y deshaciéndolo a lo largo de la noche,
tus brazos se cansan y el dorso de tu nuca
se tensa;
y casi en la mañana, cuando tú
piensas que nunca amanecerá,
y tu esposo se ha marchado, durante años,
y no sabes dónde,
de pronto estallas en lágrimas,
simplemente nada mas puedes hacer.
Y mientras secaba mis ojos con el borde
de mi delantal, pensé:
este es un viejo gesto, auténtico,
muy antiguo,
en lo más puro de la tradición: clásico, griego.
Ulises también lo hizo.
Pero solo como un gesto -un gesto insinuando
a la reunida muchedumbre que él estaba
demasiado conmovido para hablar.
Esto lo aprendió de Penelope...
Penelope, la que realmente lloró.
De mi delantal, pensé:
Penelope también hizo esto,
más de una vez: una no puede
seguir tejiendo todo el día
Y deshaciéndolo a lo largo de la noche,
tus brazos se cansan y el dorso de tu nuca
se tensa;
y casi en la mañana, cuando tú
piensas que nunca amanecerá,
y tu esposo se ha marchado, durante años,
y no sabes dónde,
de pronto estallas en lágrimas,
simplemente nada mas puedes hacer.
Y mientras secaba mis ojos con el borde
de mi delantal, pensé:
este es un viejo gesto, auténtico,
muy antiguo,
en lo más puro de la tradición: clásico, griego.
Ulises también lo hizo.
Pero solo como un gesto -un gesto insinuando
a la reunida muchedumbre que él estaba
demasiado conmovido para hablar.
Esto lo aprendió de Penelope...
Penelope, la que realmente lloró.
Edna St. Vincent Millay
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