BANQUETES FÚNEBRES
Tarquin Winot es el personaje protagónico de En deuda con el placer(1996), un libro del escritor británico John Lanchester. Erudito, gastrónomo, snob, mitómano,Tarquin Winot ha decidido escribir una novela extravagante sobre cocina . Y como buen snob todo lo que hacía era el eco o la pura imitación de otros personajes, reales o literarios, que se han convertido en mito. Por ejemplo, imitando al Des Esseintes de Huysmans, en A Rebours, Tarquin Winot, cuando era universitario en Cambridge, había preparado un menú que sólo incluía cosas de color negro:
"Había pintado mi habitación de negro: cama, sábanas, accesorios, bombillas...Todo negro. En mi cuarto negro, vestido de terciopelo negro, con una corbata de seda negra-sin que hiciera falta cambiar el color de la única orquídea de mi solapa-preparé una comida que consistía enteramente en comida negra: trufas a la plancha sobre pasta con tinta de calamar,seguidos de boudin noir sobre un lecho de radicchio negro."
De postre: crème brulée teñida de negro.
La bebida: Black Velvet de Dublín, un coctel que fue inventado hacia 1861, en el Brook´s Club de Londres cuando acababa de morir el príncipe Alberto y todo el mundo estaba de luto. El regente del club ordenó que el champán se pusiera también de luto y lo mezcló con Guinness.
Los fanáticos de la novela de Huysmans A Rebours(1884) seguramente habrán identificado el plagio admitido de Lanchester, y recordarán ese capítulo donde Des Esseintes, esteta decadente e insoportable, improvisa un banquete fúnebre, todo de color negro:
Muy sonados fueron también los banquetes que ofrecía a los hombres de letras; especialmente uno de ellos, en el que organizó un festín funerario, a imitación de los que existieron en el siglo XVIII, para celebrar el más banal de los infortunios.
Consistió en una cena servida sobre un gran mantel negro, engalanado con canastillas de violetas y escabiosas, e iluminado con unos candelabros de llamas verdes y con candeleros de cirios chisporroteantes. El comedor, adornado con colgaduras negras, comunicaba con el jardín de la casa, transformado al efecto, de forma que sus caminos se presentaban recubiertos con polvo de carbón, su estanque quedaba ahora rodeado con una franja de basalto y lleno de tinta, y en la parte cultivada aparecían filas de cipreses y de pinos.
Mientras una orquesta oculta interpretaba marchas fúnebres, los comensales eran atendidos por mujeres negras desnudas que calzaban chinelas y medias plateadas, salpicadas de lágrimas.
En platos ribeteados de negro, los invitados fueron comiendo sopa de tortuga, pan de centeno ruso, aceitunas de Turquía, caviar, huevas condimentadas de mújoles, morcillas ahumadas de Francfort, vanados guisados en salsa color betún, jaleas de trufas,cremas de chocolate,
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Tanto Tarquin Winot como Des Esseintes son personajes de ficción novelística, pero se inspiran en un personaje real del siglo XVIII, un aristócrata bohemio y sibarita, el primer periodista gastronómico de la historia, el auténtico patrón de las guías estilo Michelin: Grimod de la Reynière(1758-1837). Alcanzó la celebridad literaria con dos libros: El Almanaque de los golosos y Manual de anfitriones. Entre 1782 y 1786 celebra sus míticas comidas en su fastuoso hotel de los Campos Eliseos (hoy Embajada de los Estados Unidos) donde se reunían los más famosos intelectuales de la Francia ilustrada. Esos banquetes seguían la pauta de las antiguas comilonas de los romanos al estilo de Luculus, Trimalción o Pacuvius. Pero, sobre todo, fue muy famoso un banquete fúnebre que organizó Grimod en 1783 con todo el ceremonial de un rito masónico donde los comensables estaban rodeados de craneos humanos a guisa de lámparas, coronas de rosas mortuorias. La mesa tenía la forma de un inmenso catafalco, las copas de cristal estaban talladas como si fuesen vasos lacrimatorios y funerarios, y los platos de porcelana tenían como tema en sus pinturas una extraña mezcla de motivos galantes y fúnebres. Eso sí: el menú, con siete entradas, fue exquisito. Las mejores carnes, los mejores pescados y mariscos. La mejor repostería de París.(No sabemos si en negro) Los platos eran servidos por bellísimas muchachas disfrazadas de ninfas y bacantes, pero el café y el licor lo servían hombres vestidos de negro como agentes funerarios. Para digerir el atracón, los comensales fueron invitados a escuchar una orquesta que tocaba unRéquiem y al mismo tiempo un coro cantaba pequeñas arias de óperas cómicas.O al revés: la orquesta ejecutaba valses y contradanzas, y el coro entonaba un desolador De profundis.
La verdad que unos pocos párrafos no pueden resumir todo lo que pasó en aquel banquete que anunciaba ya los estertores del Antiguo Régimen.
Y todo porque Grimod de la Reyniére se había enamorado de una chica de la Opera. Quería demostrarle a sus invitados, hombres de letras, que a pesar de las locuras que le inspiraba el amor,todavía no había dejado de ser un filósofo-gastrónomo que sabía disertar sobre Eros y Tanatos.
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