BREVE HISTORIA DEL COLOR VERDE, DE MICHEL PASTOUREAU
Un color mediano, apacible, no violento...Esto se ve nítidamente en los textos romanos y medievales, y en el célebre tratado que escribió Goethe hacia el fin del siglo XVIII: el poeta(que adoraba el azul) recomienda el verde para los papeles pintados, el interior de los apartamentos y especialmente-dice Goethe-para la habitación de dormir. El verde, según él, tiene virtudes tranquilizantes. Los teólogos que han codificado los colores litúrgicos tenían la misma opinión: el verde fue instituído como el color de los domingos ordinarios.
Pero, desengáñate, no es un color tan tierno, sin historia. A través de los siglos, el verde ha manifestado, por el contrario, un carácter transgresivo y turbulento. Yo descubrí una carta de un protestante francés que se refiere a la Feria del Libro de Francfort hacia el año 1540: "Se ven muchos hombres vestidos de verde, y eso, en nuestra tierra, revelaría un cerebro más bien atrevido, pero aquí parece algo normal."Excepto en Alemania, el verde era considerado pues como algo excéntrico. De hecho, es un color apasionante para el historiador, ya que comporta una sorprendente fusión entre lo técnico y lo simbólico.
Antaño, el verde tenía la particularidad de ser un color químicamente inestable. No era muy complicado de obtener: numerosos productos vegetales, hojas, raíces, flores, cortezas, pueden servir de colorantes verdes, pero estabilizarlo, ya es harina de otro costal. En tintura, estos colorantes se mantienen mal en las fibras, y los tejidos toman rápidamente un aspecto deslavazados. Lo mismo en la pintura: las materias vegetales(sea el aliso, el abedul, el puerro y la misma espinaca) se desgastan a la luz; y las materias artificiales(por ejemplo el verde-gris, que se obtiene oxidando el cobre con con vinagre, orina o toba) aunque dan bellos tonos, intensos y luminosos, son corrosivos: el verde fabricado de este modo es un auténtico veneno(en alemán, se habla del Giftgrün, verde veneno). En un período relativamente reciente, las fotografías en color se caracterizaban también por ese carácter volátil del verde. Miremos las instanstáneas de los años 60: cuando los colores se esfuman, es siempre el verde el primero en desaparecer. Conclusión: sea cual sea la técnica, el verde es inestable y, a veces, muy peligroso.
La simbología del verde se ha establecido casi alrededor de esta noción: representa todo lo que se mueva, cambie o varíe. El verde es el color del azar, del juego, del destino, de la suerte, de la oportunidad...En el mundo feudal, era sobre un prado verde donde se desarrollaban todas las contiendas judiciales. Los titiriteros, los bufones, los cazadores se vestían de verde, al igual que los jóvenes y los enamorados que tienen, como es sabido, un carácter voluble(el "verde paraíso de los amores infantiles", esas primerizas conmociones susceptibles de variar)...Desde el siglo XVI, en los casinos de Venecia, se juega a las cartas sobre tapices verdes(de ahí la expresión "langue verte"en el argot de los jugadores) y, en el siglo XVII es también sobre mesas verdes donde se juega en la corte. Dondequiera, uno arroja su dinero, sus cartas o sus fichas sobre el color verde. Lo mismo hoy en día: las mesas de los consejos de administración donde se decide el destino de las empresas, son verdes. También los campos deportivos, y no solamente cuando se trata de césped. Si no, miremos la mayoría de los campos de tenis en pista dura o las mesas de ping pong.
El verde representa la buenaventura pero también la adversidad, la fortuna pero también el infortunio, el amor naciente pero también el amor infiel, la inmadurez(los frutos verdes) pero también el vigor(un viejo verde)...A través de los tiempos, este color siempre tan inquieto, ha tenido una connotación negativa. Así, se tenía la costumbre de representar en verde a los malos espiritus, a los demonios, dragones, serpientes y otras criaturas maléficas que erraban entre el mundo terrestre y el Mas Allá. Los hombrecitos verdes de marte no son otra cosa que los sucesores de los demonios medievales. Hoy en día, los comediantes normalmente rechazan vestirse de verde sobre el escenario(la leyenda reza que Molière murió vestido de un traje de tal color). En el mundo editorial, los libros que tengan las cubiertas en verde se supone que tienen menos éxito, y los joyeros saben que las esmeraldas se venden menos que las otras piedras ya que tienen reputación de traer la desgracia. Todas estas supersticiones se remontan a un tiempo donde el verde era considerado inestable y ponzoñozo.
¿Es una casualidad que el dólar, el rey de los billetes monetarios, sea verde? ¡No existe nunca casualidad en la elección de los colores! En otro tiempo, el símbolo del dinero, era lo dorado y lo plateado que, en el imaginario popular, remitía al metal precioso de las monedas. Cuando se fabricaron los primeros billetes de dólar, entre 1792 y 1863, el verde ya se asociaba a los juegos del dinero y, por extensión, a la banca y las finanzas. Los impresores no hicieron otra cosa que prolongar un antiguo símbolo. Si el dinero no tiene olor, sí que tiene un color.
La idea de obtener el verde mezclando el azul y el amarillo es algo muy reciente. Nuestros ancestros, antes del siglo XVII, jamás hubiesen pensado fabricar el verde de tal mezcolanza. Sabían perfectamente cómo obtenerlo y, en la escala de los colores, no lo situaban entre el azul y el amarillo. La clasificación más corriente era la de Aristóteles: blanco, amarillo, rojo, verde, azul, negro...Fue el descubrimiento del espectro por Newton lo que nos dió otra clasificación, y no fue hasta el siglo XVIII cuando verdaderamente se comenzó a mezclar el amarillo y el azul para obtener el verde. Oudry, un pintor francés, se escandalizaba al ver a sus colegas de la Academia de Bellas Artes entregarse a tal práctica.
Los químicos del siglo XVIII pretendían que un color resultado de una mezcla no tenía el mismo valor que los otros: desarrollaron una teoría seudo-científica definiendo colores "primarios"(amarillo, azul, rojo) y colores "complementairos"(verde, violeta, naranja). Esta tesis ha influenciado a los artistas del siglo XIX y del siglo XX, hasta el punto de que numerosas escuelas pictóricas han decidido no utilizar otros colores que no sean los denominados "de base" y, eventualmente, el blanco y negro. Un notable movimiento de diseño como el Bauhaus, que deseaba poner en armonía a el color y la función de los objetos, se tragó ingenuamente esa "verdad" científica y especuló con colores puros e impuros, calientes y fríos, estáticos y dinámicos. Y es nuestro verde, relegado a un segundo rango, quien más ha sufrido.Pintores como Mondrian casi lo prohibieron para sus obras. Bajo el pretexto de ceñirse a las verdades de la ciencia, el arte excluyó al verde del mundo de los colores.
Esta teoría de los colores primarios y complementarios no se corresponde a ninguna realidad social, niega todos los sistemas de valores y de símbolos que se le han atribuido al color desde hace siglos, se resiste en admitir que el color, en principio, es un fenómeno esencialmente cultural. Tal clasificación demuestra un inquietante desconocimiento de la historia. Curiosamente, esta situación ha suscitado otra realidad simbólica del verde: al ser considerado como el "complementario" del rojo, color de lo prohibido, ha devenido en su contrario, el color de la permisividad. Esta idea se impuso a partir de 1800, cuando se inventó una señalización internacional para los barcos, más tarde adoptada también por los trenes y los automóviles. Hoy en día, nuestra sociedad urbana, ávida de clorofila, ha convertido al verde en un símbolo de juventud, de salud, lo que hubiera sido imcomprensible para un europeo de la Antigüedad, del Medioevo e incluso del Renacimiento pues, para ellos, el verde nada tenía que ver con la naturalez, algo que el espiritu moderno difícilmente puede comprender: hasta el siglo XVIII, la naturaleza era definida sobre todo por los cuatro elementos: el fuego, el aire, el agua y la tierra.Sólo el vocabulario sugiere una relación entre el verde y la vegetación. La palabra latina "viridis" se asocia a la energía, la virilidad, la savia. En las lenguas antiguas, se confundía el verde, el azul y el gris en un mismo término, el color del mar en definitiva(es aún el caso del bretón moderno con la palabra "glas"). Quizá también el islam primitivo que primeramente asociaba el verde con la naturaleza: en la época de Mahoma, todo lugar que verdece era sinónimo de oasis, de paraíso. Se cree que al Profeta mismo le gustaba llevar un turbante y un pabellón verdes. Este color se ha convertido en algo emblemático dentro del mundo musulmán, lo que ha contribuido talvez a desvalorizarse a los ojos de los cristianos en períodos de hostilidad.
"En Occidente, la asociación del verde con la naturaleza se remonta a la época romántica. Después, a mediados del siglo XIX, en el momento en que ciertos comercios urbanos se van dotando de signos de reconocimiento, los boticarios-a fin de cuentas, la farmacopea se basa en las plantas- eligieron el verde vegetal para el color de sus cruces(en Italia, sin embargo, las cruces de las farmacias son rojas como la sangre). Hay que remarcar que, desde hace una veintena de años, ciertas farmacias en Francia han optado por una cruz azul, sin duda para recordar el azul de los hospitales o para asociar la farmacia, no tanto a las plantas, a la ciencia y a la técnica.
El verde de la vegetación ha devenido aquel de la ecología y el de la pulcritud. En París, los cubos de basura, los camiones basureros e incluso la vestimenta de los barrenderos son de este color. El verde se ha convertido en el símbolo de la lucha contra la inmundicia, en el más higiénico, junto al blanco, de los colores contemporáneos. Desde hace quince años, he notado también un verdadero frenesí del verde en los logotipos y blasones de pueblos, ciudades, regiones. También en los clubes de futbol. En fin, nuestras sociedades contemporáneas han llevado a cabo una gran revalorización del verde, en otro tiempo color del desorden y de la transgresión, ahora el color de la libertad.
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